viernes, 6 de octubre de 2023

Cerrar los ojos, Víctor Erice


Manolo Solo y José Coronado, los protagonistas 

Tenía mis dudas. Ya apenas recuerdo sus dos obras anteriores El sur y El espíritu de la colmena. Me daba pereza volver a sumergirme en el “estilo Erice”. Cuando supe que la película dura dos horas y cuarenta minutos me entraron sofocos. Me decide el saber que Erice ha cumplido ya los ochenta: a esas edades un artista que sigue activo merece un voto de confianza.
Un crítico habla de “la mística de la imagen”. Casi estoy de acuerdo. Es una película que se salva por su calidad como obra formal. Pero tiene muchos problemas, al margen de que le sobran esos cuarenta minutos.
Por momentos es deliciosa, casi sublime. Pero otros muchos resulta lenta y monótona. Se ha pretendido abarcar demasiado: dos historias que se anulan entre sí. La primera mitad, protagonizada por Manolo Solo, está muy lograda. Pero luego entra en el juego Coronado y empieza otra película mucho menos interesante.
Manolo Solo parece eclipsado por Coronado, pero el personaje de éste es demasiado etéreo, su historia, aunque muy intensa, no tiene recorrido.
Las nostálgicas referencias al cine, que son muchas, resultan enternecedoras, melancólicas pero estériles. ¿Se puede montar una película con la idea de que ya no es posible hacer un cine digno, de que este arte está acabado?
El cine de Erice me recuerda a la pintura de Antonio López. Recuérdese El sol del membrillo. Ambos practican un arte minucioso, laborioso, perfeccionista, casi manierista, pero con escasa emoción o, peor aún, con una emoción que cae, al menos en el caso de Erice, en el patetismo.
La escena final es patética y estropea mucho el conjunto. Debería conferir un sentido a la película y, en lugar de ello, la desvirtúa. Uno sale del cine preguntándose: ¿Tanto tiempo ahí sentado para esto? Esta película, al margen de su perfección formal (que no es poco ni mucho menos) ¿va a algún lado?